Joaco Díaz Cabral: “El desarrollo no es la ausencia de problemas, sino la capacidad de superarlos”

El joven concejal de La Merced señaló que, en Argentina, pensar el desarrollo como un orden ideal sin obstáculos es uno de los principales errores.

Salta30/05/2025 OPINIÓN
Joaco Díaz Cabral, concejal de La Merced
Joaco Díaz Cabral, concejal de La Merced

En nuestro país hablamos mucho de desarrollo, pero ¿sabemos realmente de qué estamos hablando? ¿Comprendemos que el desarrollo no es un paraíso libre de dificultades, sino un proceso complejo y lleno de obstáculos que deben enfrentarse con inteligencia y compromiso colectivo?

Sobran diagnósticos e investigaciones y consultores expertos en desarrollo. Lo que falta, como bien lo señaló en una exposición sobre desarrollo Fabio Quetglas, no es conocimiento, sino destreza social. Es decir, la capacidad de una comunidad para organizarse, cooperar, planificar, sostener procesos en el tiempo y convertir problemas en oportunidades.

Generar desarrollo es generar una cultura. No se genera con una fórmula mágica ni una receta tecnocrática. Es una construcción cívica, trabajosa, y profundamente política. No en el sentido partidario, sino en el más noble de la palabra: como una vocación de transformación social y de construcción de sentido compartido. Requiere comunidad, visión de futuro, tolerancia a la frustración, y capacidad de superar los conflictos sin paralizarse.

Este principio es clave para entender cómo deben desarrollarse actividades estratégicas como la minería. Muchas veces se plantea que la minería podrá prosperar “cuando haya infraestructura”, “cuando se ordene la macroeconomía”, “cuando se terminen los conflictos sociales”, “cuando se otorguen beneficios fiscales”, “cuando haya un dólar competitivo”, como si el desarrollo fuera a florecer en condiciones ideales. Esa visión es una trampa conceptual que nos inmoviliza.

“El tiempo del desarrollo es ahora”

La minería y el desarrollo en general, no se dan cuando no hay problemas, sino cuando hay capacidad para enfrentarlos. Los países desarrollados no son los que carecen de conflictos, sino los que construyen instituciones y prácticas sociales para gestionarlos y superarlos.

Argentina tiene las condiciones que tiene, y son muchas y buenas. Y debe desarrollarse en esas condiciones, no esperar a que todo esté resuelto. El litio no va a esperar, las inversiones no van a esperar, la gente que necesita trabajo no va a esperar. El tiempo del desarrollo es ahora, con lo que hay. Lo importante no es la carencia, sino la capacidad de respuesta.

Debemos abandonar la ilusión de la "piedra filosofal". Aquella idea de que si logramos una sola cosa: una reforma, un acuerdo, una inversión, una elección, entonces mágicamente se destrabarán todas las puertas del desarrollo. No existe una sola llave maestra. El desarrollo es, más bien, una cerradura compleja, que se abre con un manojo de llaves: planificación, diálogo, inversión, educación, innovación, infraestructura, seguridad jurídica y sobre todo, cooperación.

La experiencia internacional también lo demuestra. Países que enfrentan enormes adversidades, como Colombia, Perú o Israel, no esperan a que sus contextos se “normalicen” para comenzar a desarrollarse. Lo hacen en medio de sus propias tensiones, generando sistemas de gobernanza capaces de sostener un rumbo.

Es hora de que Argentina rompa con la lógica del “cuando tengamos tal cosa, entonces nos salvamos”. El desarrollo no es un destino, es un camino. Un camino que se transita con múltiples decisiones coordinadas, con constancia, con esfuerzo y con una ciudadanía involucrada. No es una jugada de azar, no es una cosecha o una exportación salvadora, no es una medida de gobierno milagrosa.

“Cabeza fría, manos dispuestas”

En definitiva, el desarrollo no es un lugar sin problemas. Es un orden lleno de conflictos con capacidad de gobernabilidad. Es una práctica que requiere cabeza fría, manos dispuestas y corazones comprometidos. Solo así, y no de otro modo, podremos construir una Argentina donde el crecimiento económico vaya de la mano de la equidad territorial, la inclusión social y la sustentabilidad ambiental.

Y para eso, necesitamos trabajar con lo que tenemos, no con lo que soñamos tener. Porque el verdadero desarrollo es el que se construye aquí, ahora y entre todos.

 

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