La seguridad debe ser una cultura: se vive, se transmite y se practica día a día

Las reglas aplican para todos, sin importar si son trabajadores directos de la minera, contratistas, proveedores o incluso visitantes.

Salta20/04/2025 Por Joaquín Díaz Cabral, concejal de La Merced
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Joaquín Díaz Cabral, concejal de La Merced

21 DE ABRIL, DÍA DE LA HIGIENE Y LA SEGURIDAD EN EL TRABAJO. En todos los aspectos de la vida, pero sobre todo en el mundo de la minería, hay algo que se debe aprender desde el primer día: la seguridad no es un área aparte, no es un checklist, ni una charla obligatoria al comenzar el turno. La seguridad es y debe ser una cultura. Y como toda cultura, se vive, se transmite y se practica día a día, sin excepción. 

Las reglas en esta materia nacieron como una respuesta concreta a una estadística dolorosa: los accidentes graves y fatales que históricamente afectaron a esta industria. No son caprichos, ni exigencias burocráticas. Son el resultado de años de experiencia, aprendizaje y dolor. Por eso, cada norma tiene detrás una historia que nadie quiere repetir. Cada regla escrita con tinta, en realidad está escrita con lo que más nos duele, la pérdida de un compañero, el sufrimiento de una familia, el impacto de una tragedia evitable

Los especialistas en seguridad minera siempre insisten en lo mismo: no hay excepción posible. Estas reglas aplican para todos, sin importar si son trabajadores directos de la compañía, contratistas, proveedores o incluso visitantes. La única manera de alcanzar el objetivo de cero accidentes es con responsabilidad, compromiso y una disciplina operacional firme. No basta con conocer las normas, hay que asumirlas como parte del ADN laboral. Porque en minería, cada acción cuenta, y cada omisión puede costar muy caro. 

¿Algunos ejemplos? Nunca se debe operar un equipo sin la debida capacitación, autorización y licencia interna. Siempre hay que intervenir equipos sólo cuando están detenidos, desenergizados y bloqueados. La velocidad permitida no es una sugerencia, sino que es una línea que protege vidas. A veces, el apuro o la rutina pueden hacernos creer que “no pasa nada”. Pero en este rubro, el exceso de confianza es un enemigo silencioso. 

Y esto va más allá del uso de elementos de protección personal —aunque claro, jamás se debe trabajar sin ellos, mucho menos en altura o espacios confinados—. También implica aspectos éticos: no se puede trabajar bajo el efecto del alcohol o drogas. No se debe operar maquinaria si no se está debidamente autorizado. Estas no son medidas restrictivas, son decisiones conscientes para cuidar lo más valioso que tenemos. 

La seguridad no es negociable 

Toda persona que ingresa a una operación minera debe saber algo con claridad: su seguridad y la de los demás depende de su conducta. Estas reglas salvan vidas. Y su incumplimiento no es solo una infracción, es una falta grave contra todo lo que se busca construir como industria. La seguridad no es negociable. Porque la meta de cero accidentes no es una utopía, es una obligación ética, técnica y humana. 

La seguridad debe ser, sin dudas, una forma de vivir. Una responsabilidad compartida. Una convicción que no se toma por turno, sino que se lleva puesta todos los días, desde que la persona se calza el casco hasta que vuelve a casa. Porque en minería, la vida está en cada decisión. Y eso, no se puede olvidar nunca. 
 

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