El legado de Francisco a la minería: una mirada humana para cuidar la Casa Común

El Papa propuso una visión integral, donde lo social, lo económico y lo ambiental son inseparables. La minería del siglo XXI, en Argentina, se esfuerza por avanzar sobre esos ejes.

Salta23/04/2025 EDITORIAL
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Las enseñanzas del Papa Francisco, más vigentes que nunca

El fallecimiento del Papa Francisco trajo consigo una profunda reflexión sobre sus enseñanzas más significativas, entre ellas, el llamado urgente a cuidar la Casa Común. Su encíclica Laudato Si’ emerge con fuerza renovada en un contexto global marcado por el deterioro ambiental, el cambio climático y las crecientes tensiones sociales derivadas de un modelo productivo que muchas veces ha olvidado poner al ser humano en el centro. 

En América Latina, y especialmente en provincias como Salta, este mensaje resuena con particular intensidad, en un momento donde la minería aparece como una de las actividades económicas con mayor proyección. Pero el desafío que nos interpela es claro: ¿Cómo avanzar hacia un desarrollo sustentable que no sacrifique ni la dignidad humana ni el equilibrio ambiental? 

Laudato Si’ no es un documento técnico ni un tratado ambientalista. Es, ante todo, una llamada espiritual y ética para reconectar con el mundo que habitamos. Francisco advierte sobre una economía que “mata” cuando está motivada por la avaricia y no por la justicia, y plantea la necesidad de una conversión ecológica. Cuidar la Casa Común es cuidar la vida, especialmente la de los más pobres, quienes suelen ser los primeros en sufrir los impactos de la degradación ambiental. 

El Papa propuso una visión integral, donde lo social, lo económico y lo ambiental son inseparables. Esta mirada exige un cambio de paradigma que debe permear todas las decisiones de producción, incluyendo a la minería, que tiene una responsabilidad particular por el impacto que genera en los territorios. 

El debate sobre una minería sustentable no es nuevo, pero sí se ha intensificado con el crecimiento de esta actividad en regiones como la Puna salteña. Hoy es impensado hablar de desarrollo sin considerar su impacto en las comunidades originarias, en el ambiente y en el tejido social

La experiencia de líderes locales como Luis Vacazur, empresario puneño de origen kolla, es al menos reveladora. Su testimonio no solo muestra que la minería puede generar oportunidades genuinas, sino que pone sobre la mesa un modelo distinto: el de una actividad productiva con identidad, con raíces, con compromiso social. “Un originario también puede ser empresario”, dice Vacazur, y su historia, junto a la de muchos emprendedores de la región, demuestra que es posible transformar la actividad minera en una palanca de progreso, no en un instrumento de exclusión. 

Pero para que eso ocurra, deben cumplirse condiciones claras: controles eficaces, diálogo real entre empresas, comunidades y Estado, y una visión compartida de futuro. 

No se trata solo de cuánto se produce o cuánto se exporta, sino también de cómo se hace, para quiénes y con qué efectos a largo plazo. 


Una economía al servicio de la vida 

Francisco insistía en que el crecimiento económico, si no va acompañado de un auténtico progreso social y moral, “se vuelve contra el hombre”. Por eso, el llamado es a construir una economía sobria, transparente, que promueva la equidad y no la concentración. 

En este sentido, la minería debe ser evaluada no solo por sus números, sino también por sus impactos: ¿Qué deja en términos de salud, educación, infraestructura?, ¿qué legado construye para las futuras generaciones?, ¿cómo integra a las comunidades locales en los beneficios del desarrollo? 

Hay experiencias valiosas que apuntan en esa dirección. La Cámara de Proveedores Mineros y Turísticos de la Puna, formada por miembros de pueblos originarios, es una muestra concreta de cómo se puede construir una cadena de valor que incluya y dignifique. 


 
Desarrollo con diálogo y conciencia 

El Papa también señalaba el fracaso de muchas cumbres ambientales mundiales por no priorizar el bien común. Su mensaje fue claro: solo el diálogo sincero y la convergencia de saberes —técnicos, científicos, tradicionales, comunitarios— puede abrir caminos hacia un desarrollo verdaderamente sostenible

En Salta, donde la minería se perfila como un pilar estratégico, este mensaje debe ser asumido con seriedad. No alcanza con declaraciones de buenas intenciones, hacen falta políticas públicas que aseguren transparencia, justicia distributiva y respeto por el ambiente. Y, la rueda gira al menos hasta ahora en ese sentido. 

El desafío no es menor. Se trata de armonizar intereses diversos y muchas veces contrapuestos. Pero es precisamente en esa conciliación donde se juega el futuro. No se puede pensar en crecimiento económico si este no mejora la vida de todos. Y no se puede hablar de justicia social sin preservar el entorno que habitamos. 
 

El llamado vigente del Papa 

Hoy, más que nunca, la encíclica Laudato Si’ nos interpela. Nos pide pensar con el corazón y actuar con responsabilidad. Nos invita a mirar a la Tierra como un don y no como un recurso inagotable. Y nos desafía a construir una nueva forma de producir, donde el ser humano, la comunidad y el planeta estén en el centro. 

Como dijo Francisco: “Cuidar la Casa Común es cuidar la vida en la Tierra”. Y eso empieza con decisiones concretas, con una mirada ética sobre la economía, y con la convicción de que otro modelo es posible. Uno que, lejos de destruir, construya. Y que no olvide nunca que el verdadero desarrollo es el que pone en el centro al ser humano. 

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