Alerta por los residuos en la Puna: "Una matriz energética limpia no se construye a costa de entornos contaminados"

Una serie de hechos ocurridos en los últimos meses generaron preocupación en las comunidades locales. Desde residuos abandonados en la ruta hasta desechos humanos arrojados en el Salar de Arizaro.

Salta22/09/2025Salta MiningSalta Mining
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La Puna salteña, escenario de algunos de los proyectos mineros más prometedores del país, enfrenta un momento preocupante en lo que respecta a la relación entre desarrollo productivo y cuidado ambiental. 

En los últimos meses, una serie de hechos vinculados a la mala gestión de residuos y a prácticas contaminantes puso nuevamente en debate un tema central: la necesidad urgente de compatibilizar la explotación de recursos con la preservación del entorno y la calidad de vida de las comunidades locales.

El detonante llegó apenas iniciado el segundo semestre del 2025, cuando imágenes y denuncias en redes sociales mostraron bolsas de basura esparcidas en distintos tramos de la ruta nacional 51 y de otros caminos. La información apuntaba a un camión recolector, contratado por una empresa minera para gestionar los residuos, como el responsable de abandonar los desechos en la vía pública.

El episodio no tardó en viralizarse y dejó expuesta una fragilidad evidente, que dejaría en evidencia una suerte de falta de controles efectivos en un aspecto clave para la minería moderna, que debe garantizar procesos limpios y responsables.

Este hecho, lejos de ser aislado, abrió la puerta a nuevas revelaciones. Poco después, ambientalistas que recorrían el Salar de Arizaro registraron en video -y lo difundieron en TikTok- una escena igualmente preocupante: gran cantidad de botellas de plástico conteniendo orina, arrojadas a la vera del camino. Según denunciaron, choferes que cubren regularmente el trayecto hacia los yacimientos realizan allí sus necesidades fisiológicas y descartan los envases en el desierto. Lo que parece un gesto menor, en realidad esconde una doble amenaza, como lo es la persistencia de plásticos que tardan siglos en degradarse y la contaminación generada por los líquidos orgánicos en un ecosistema frágil.

Estos episodios encendieron las alarmas en la región. No solo porque evidencian fallas en la gestión ambiental, sino porque golpean un aspecto estratégico, la licencia social para operar.

La minería depende de la confianza de las comunidades que habitan los territorios donde se desarrollan los proyectos. Sin ese aval, los conflictos escalan, las tensiones crecen y el desarrollo se vuelve inviable.

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¿Los controles?

La Puna salteña ya conoce de tensiones en torno al uso del agua, al impacto sobre los pastizales y a la presión sobre los recursos naturales. La aparición de hechos que involucran basura, contaminación y desidia empresarial se suma a un terreno donde la sensibilidad ambiental es cada vez mayor. Hoy, las comunidades demandan información transparente, cumplimiento estricto de normas y un compromiso real de las compañías con el entorno. Y, algunas voces en las comunidades comienzan a hacerse escuchar.

En este contexto, el rol de los organismos de control se vuelve ineludible. La Secretaría de Minería de la provincia y las cámaras empresariales del sector están obligadas a tomar nota de lo sucedido. Ignorar estas señales no solo alimenta la indignación ciudadana, sino que puede afectar la reputación de toda la industria, incluso de aquellas empresas que sí cumplen con las normas ambientales. 

La lógica de “una manzana podrida” puede arrastrar a todo el cajón, y en minería la confianza se construye con años, pero puede perderse en cuestión de semanas.

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La necesidad de una reflexión

Más allá de las responsabilidades empresariales, lo sucedido invita a reflexionar sobre una cuestión estructural, la minería en la Puna solo será sostenible si logra integrar al desarrollo económico una gestión ambiental seria y efectiva. Eso implica desde la disposición segura de residuos hasta la capacitación de trabajadores y contratistas, pasando por campañas de concientización y sistemas de control independientes.

El desafío no es menor. El mundo mira al litio y a otros minerales de la región como piezas claves para la transición energética global.

Pero si el camino hacia una matriz energética más limpia se construye a costa de entornos contaminados y comunidades vulneradas, el discurso de la “minería verde” pierde legitimidad.

La Puna salteña ofrece una oportunidad única para demostrar que es posible combinar progreso con respeto ambiental. Los últimos incidentes mostraron lo frágil que puede ser esa ecuación. La responsabilidad ahora recae en el Estado, las empresas y la sociedad en su conjunto.

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