Economía en vilo: bancos, industria y minería piden certezas

En un clima cargado de dudas, las últimas decisiones económicas encendieron luces de alerta en los sectores financiero, industrial y minero. Tasas que suben, créditos que se enfrían y rumores políticos que meten ruido.

Salta22/08/2025 Por Salta Mining
economia
Incertidumbre

La economía argentina tiene esa costumbre de vivir al borde del abismo. Apenas parece acomodarse una pieza, otra empieza a temblar y se arrastra todo el tablero. Lo que pasó en los últimos días es un buen ejemplo. Surgieron medidas que, sobre el papel, buscan ordenar el flujo de pesos y evitar que la presión se vaya de lleno al dólar o a la inflación, pero que al mismo tiempo sembraron una buena dosis de nerviosismo en bancos, industrias y hasta en la minería, que ven cómo se complica el panorama para planificar siquiera la próxima quincena. 

El punto de partida fue la suba de los encajes bancarios. En criollo, obligar a las entidades financieras a dejar más plata inmovilizada en lugar de prestarla. El salto no fue menor, ya que osciló entre el 45% y el 50%. Y no solo eso, también se cambió la forma de controlarlos, que ahora pasa de un promedio mensual a una cuenta diaria, mucho más estricta. La idea oficial es frenar la liquidez para que los pesos no se vayan al dólar o a la inflación, justo en semanas donde cualquier chispa puede encender el mercado cambiario. 

El problema es que este tipo de medidas no vienen gratis. El sistema bancario se ajusta, la tasa de interés sube y la rueda del crédito se frena aún más de lo que ya estaba. Y si los bancos no prestan, la industria se resiente. No hablamos de proyectos gigantes ni de inversiones millonarias, hablamos del capital de trabajo, ese oxígeno que permite pagar sueldos, comprar insumos y mantener en marcha las máquinas. 

Un industrial lo resumió con crudeza: “Lo que pega es en la línea de flotación de la capacidad de dar créditos. Y cuando no hay crédito, las quincenas tiemblan”. Palabras más, palabras menos, la preocupación es compartida. Porque una cosa es ajustar para ordenar, y otra muy distinta es apretar tanto que se corte la cadena de pagos. 

La minería también empieza a mirar de reojo. En un sector donde las inversiones requieren planificación de largo plazo, el clima de incertidumbre es veneno puro. Cualquier movimiento brusco en las reglas de juego frena decisiones millonarias que no se toman de un día para el otro. Y mientras tanto, los proyectos quedan en pausa, las exportaciones no crecen al ritmo esperado y la rueda del empleo también se enfría. 

En paralelo, hay un condimento político que mete ruido. En discursos y declaraciones se cuelan advertencias sobre posibles irregularidades en el proceso electoral. Eso, más allá de quién lo diga, no hace otra cosa que sumar desconfianza. Y si algo necesita el país en este momento es todo lo contrario: confianza. Sin confianza no hay inversión, sin inversión no hay producción, y sin producción no hay empleo. Es una cadena tan simple como difícil de cumplir. 

Los defensores de las medidas insisten en que se trata de un ajuste temporal, que pasado el calendario electoral la tasa de interés empezará a bajar y el panorama se despejará. Puede ser. Pero el mientras tanto es largo para quienes tienen que pagar sueldos, mantener operativas las fábricas o sostener un proyecto minero en marcha. Y es ahí donde surge la verdadera pregunta: ¿hasta cuándo se puede resistir un “mientras tanto” que parece eterno? 

La sensación general es de expectativa, de esperar a que pase la tormenta. Pero la economía real, la que se mide en sueldos, insumos y facturas de energía, no espera. Cada día que se frena un crédito, que se posterga una inversión o que se duda en abrir una nueva línea de producción es un día que se pierde. Y en un país que arrastra décadas de crisis y parches, los días perdidos son demasiado caros

Se necesita claridad. Nadie pide fórmulas mágicas ni promesas grandilocuentes, solo basta con reglas claras y un horizonte que no cambie de la noche a la mañana. Porque en definitiva, bancos, fábricas y minas comparten la misma aspiración que cualquier vecino de a pie, y es poder planificar mañana sin sentir que todo depende de una jugada improvisada.  La economía, como la vida misma, no puede vivir de la incertidumbre.  

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