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Alejandra García: "Trabajar en los campamentos mineros es tremendo, la gente termina siendo tu segunda familia"

Salta Mining, entrevistó a la chef que cuenta como llegó al mundo de la minería, una industria desafiante en la que llevó su arte culinario a lugares remotos e imponentes.

Especial 04/04/2024 Salta Mining Salta Mining

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En el vasto escenario culinario argentino, algunos relatos se destacan no solo por su sabor, sino también por la singularidad de sus orígenes. La historia de Marcela Alejandra García, es una de esas historias que fusionan la pasión por la cocina con la determinación de forjar un camino propio en un universo de sabores y experiencias. Desde las profundidades de Chubut hasta las alturas de las minas en el sur argentino, Alejandra ha tejido una travesía marcada por el amor a la gastronomía y la búsqueda constante de superación.

Nacida en Trelew, provincia de Chubut, Alejandra encontró su primer acercamiento a la cocina a través de las enseñanzas de su madre, Ceferina Gutiérrez, cuyo legado culinario y dedicación al trabajo dejaron una profunda huella en su camino.

Fue en Córdoba donde el destino le ofreció la oportunidad de estudiar y perfeccionarse en el arte culinario, una decisión que marcaría un punto de inflexión en su trayectoria. A través de esfuerzo y dedicación, se graduó como chef, comprendiendo que más allá de los títulos, la verdadera maestría se adquiere en la práctica y la experiencia.

Pero el verdadero desafío llegó cuando Alejandra, madre de un hijo, enfrentó la necesidad de encontrar un sustento estable.

En una entrevista con Salta Mining, Alejandra cuenta como llegó al mundo de la minería, una industria exigente y desafiante que le ofreció la oportunidad de llevar su arte culinario a lugares remotos y a alturas imponentes. Desde los campamentos mineros del sur argentino hasta los desafíos cotidianos en las alturas de Tucumán, Alejandra demostró su destreza en la cocina, convirtiéndose en un pilar fundamental en la vida de aquellos que comparten la mesa en esos rincones apartados del país.}

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Primero contanos un poco de vos... ¿cuál es la historia de Alejandra?

Mi nombre es Marcela Alejandra García, soy de Chubut, de Trelew. Comencé a trabajar como niñera a los 15 años y no me gustó, no era lo mío. Seguí en una revistería y siempre miraba mucho las recetas de ese momento. Recuerdo que la primera cosa que hice para mi madre fueron unos ricos biscochitos de grasa. Era joven y, obviamente, estaba bajo la atenta supervisión de mi madre, Ceferina Gutiérrez, mujer de campo dura, estricta, pero de mucho trabajo. Ella trabajaba todos los días en casas de familias y los fines de semana cocinaba todo casero: ravioles, tortas, asado. Fue quien más me inspiró en la gastronomía.

Por lógicas razones, para ayudar a mi madre, comencé mi vida laboral en un lugar fantástico, lleno de oportunidades y enseñanzas. Vengo de una familia trabajadora de clase media, siendo mis padres uno cordobés y una chaqueña, parte fundadora de Comodoro Rivadavia, con dos hermanos mayores y yo siendo la más chica. Todo comenzó en un restaurante de pizza en el sur. Luego pasé a ser ayudante de un señor italiano que me enseñó lo que era un servicio de catering, el arte de servir y aprender a servir, algo que me divierte hacer con los más íntimos y en mis trabajos fuera. El tiempo pasó, trabajé en un restaurante de comida de una señora, quien también me enseñó, sobre todo su marido, lo que era hacer pastas caseras.

Con el tiempo, me fui a Córdoba. Me invitó una conocida y me gustó el lugar, así que comencé a trabajar en un restaurante, preguntando y viendo qué podría hacer. Me dijeron, ¿por qué no estudias? Mis padres no podían ayudarme a estudiar, ellos sostenían a mi hijo y yo quería estudiar, así que comencé a trabajar y estudiar en Celia en Córdoba. Me recibí de chef, pero como siempre digo, el título no hace a la persona, la experiencia sí. Pero hoy todo es muy rápido y cualquiera cocina, pero no lo hacen bien y dejan a los cocineros mal parados. El arte de cocinar no solo es mezclar condimentos, es algo más.

¿Por qué te inclinaste a esta profesión?

Me incliné a esta profesión por dos grandes motivos: podía experimentar en cocinas grandes y conocer mucha gente, desde supervisores, pañolistas, camioneros, administrativos de distintas empresas, y por la majestuosa posibilidad de conocer sitios remotos a los que nadie entraría ni viajaría para poder dar de comer a semejante cantidad de gente, y tener el bienestar de hacerlo, sobre todo, con amor y pasión.

¿Cómo ingresaste a trabajar en las minas?

Tuve a mi hijo Flavio García y alguien tenía que salir a trabajar. Y lógicamente, ese fue mi punto inicial para trabajar en Santa Cruz. Pasé por El Calafate y Los Álamos, siendo ayudante y moza de salón y continuando en la cocina. Terminada la temporada, volví a mi casa para ver a mi hijo, luego regresé a Santa Cruz, me quedé sin trabajo y, como siempre, Dios jamás me deja a pata. Conocí a un señor que era clave en la minería y con el tiempo se convirtió en un buen amigo mío. Con la ayuda de personas que me rodearon en mi camino, logré entrar en la minería del sur, pasando por varias empresas mineras, entre ellas "Cuore", y otras más, aprendiendo siempre de todos los que me rodeaban. Comencé con las alturas cuando llegué a Tucumán, traida por trabajo y por falta de trabajo en el sur. 

¿Qué características tiene que tener un chef de altura? 

Un chef de altura, creo que lo que tiene que tener es ganas y, sobre todo, buena salud por las alturas a las que viajas para cocinar para muchas personas.

¿Cómo es ser chef en campamentos mineros? 

Ser chef de campamentos mineros es tremendo. Me tocó en el sur, fue muy divertido, mucha gente, mucho frío, pero mucha gratitud. La gente termina siendo tu segunda familia, donde convives 14 o 15 días de tu vida con ellos.

Contanos una anécdota dentro de una cocina en la que dijiste: "no puedo creer que esto me haya pasado"

Anécdotas, todas las que se pueden imaginar. Me despertaba con el sol en los cachetes y me acostaba con una tremenda luna, siempre agradecida por lo que algunos pocos tenemos, la bendición de estar en esos lugares donde nadie estaría, pero hay gente que está haciendo que todo un arsenal de personas puedan disfrutar de comer bien y que no extrañen tanto el hogar. 
Una vez, recién comenzaba en las cocinas y veo a un compañero de trabajo tratando de hacer una sopa y teníamos que sacar el servicio en unas horas. Y recuerdo que me dijo que la probara y la había quemado, se le había quemado la sopa. Me quería matar porque todos pedían sopa y no llegábamos al servicio. Después, lo primero que hacíamos era la famosa sopa.

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¿Qué es más difícil en un trabajo como el de la minería que presenta un sistema de roster que muchas veces es 14x14?

La presión que tiene un servicio de catering, que implica tener pan, facturas, la comida, las viandas, a contrarreloj. Eso es lo mejor de todo, algo que se hace siempre pero en minería es una verdadera satisfacción, y nuevamente piensas qué lindo es sentir eso que te mantiene vivo, al menos para quien escribe, al menos como tendría que ser cómodo, en lo posible, tener cada estación con la gente que corresponde, pero en minería no siempre se cumple. No sé si es por falta de mano de obra o porque las empresas no quieren invertir en personal para brindar un mejor servicio. En realidad, en minería haces de todo, desde bacheo hasta sacar la basura. Así que uno se adapta a los trabajos, más cuando es en altura o en los pequeños campamentos. A veces solo hay, por ejemplo, máximo 4 personas para todo un campamento de 50 o 70 personas y ahí uno demuestra su capacidad si la empresa lo deja. Pero si has estado en uno, la satisfacción del trabajo cumplido es lo mejor.

¿Que sueños tenes?

¿Sueños? Todo el mundo tiene sueños, creo que el mío es poder tener mi propio servicio de catering, es ambicioso pero lindo pensar que alguna vez puedes devolver lo que te dieron. Otro sueño es poder volver a tener trabajo dentro de la minería, ya que actualmente estoy desempleada.
 
 

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